El marxismo, proclamaba en pocas palabras que la Historia es un constructo de dos ideas opositoras (basándose en Hegel), en este caso el capitalismo, el "depredador" que tiende a la concentración y que irremediablemente llevaría a la revolución por la opresión de las masas, la segunda fuerza según Marx. Segunda gran falacia además.
La misma Historia fue la que terminó por sepultar estos ideales. En este sistema post-liberal (No me gusta la palabra neoliberal, algún día lo discutiré) los asalariados comienzan a ser propietarios de crecientes segmentos de los medios de producción, pero no por la vía del caos marxista, sino por la de la adquisición legítima.
Hoy en día, el 43% del dinero que maneja la Bolsa de los EE.UU. proviene de los ciudadanos norteamericanos a través de los Fondos Mutuos (Que permiten a los ciudadanos ser co-propietarios de las empresas), siendo una parte importante del resto proveniente de ciudadanos extranjeros, contrario a lo que se cree, las grandes corporaciones internacionales son la minoría de la torta norteamericana.
En Chile, gracias al sistema de pensiones de José Piñera, estamos en niveles muy superiores a los de EE.UU. Actualmente, los fondos de pensiones chilenos transan la no despreciable suma de 70 mil millones de dólares. Dinero particular, del cual son dueños todos los trabajadores, y que es trabajado por las AFP, no siendo dueñas de éste, sino que le siguen perteneciendo a las personas.
Cabe señalar, que el sistema de pensiones chileno, es un ejemplo en el mundo y ya se lo quisieran países como Francia o Alemania, quienes, ante el envejecimiento de su población, se ven cada vez más presionados por mantener algo insostenible. Proyecciones francesas, hablan que de aquí al 2020, el presupuesto para pensiones se duplicará, abarcando un gran porcentaje del Producto Interno Bruto, lo que traerá repercusiones en el crecimiento económico, lo que finalmente traerá más pobreza para los mismos jubilados. Esto, principalmente por la baja natalidad y altos índices de envejecimiento en el Viejo Continente. Este problema en Chile no lo tendremos, ya que tenemos un sistema casi perfecto, que a pesar de la incompetecia económica de los gobiernos de turno, ha logrado incrementar en al menos un 10% los dineros impuestos por los trabajadores chilenos a lo largo de su vida. Con una ganancia para las AFP cercanas al mismo valor, pero con un crecimiento económico impensado para un país como Chile, y que permiten tener un sistema de Metro, carreteras y telecomunicaciones de gran nivel y que provocan la envidia de nuestros vecinos.
En todo caso, lo realmente espectacular del siglo que termina es que el sueño revolucionario de que los trabajadores se convirtieran en propietarios de los bienes de producción está ocurriendo no por la vía violenta que Marx preconizaba, y mucho menos por las causas que suponía, sino por una especie de benéfica metástasis capitalista que consiste en la emisión de acciones al alcance de los bolsillos más modestos, por las privatizaciones de los bienes que antes figuraban en el sector público y por los efectos del más revolucionario campo de batalla que la especie humana ha concebido: ese mercado que se disputan las compañías que pugnan por conquistar los favores del consumidor soberano.
Hace 150 años, con el puño en alto, Marx convocaba a la lucha a la famélica legión de los proletarios. Hoy los proletarios sólo levantan el puño como señal de asentimiento para la compra o venta de acciones en la Bolsa. Y cuando se unen para invertir, se vuelven, en efecto, la clase dirigente. Y como preconiza el gran escritor Carlos Montaner:
¡Pequeños capitalistas del Mundo, uníos!
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